sábado, 15 de septiembre de 2018

Argeo Martínez, pueblo de caña






El lugar más especial de Manuel Tames es un valle, donde hay caserones de madera antiguos y casitas iguales una al lado de la otra. También hay un parque y una Casa de Cultura y viviendas dispersas por el monte. Sobre los techos se eleva la chimenea del central Argeo Martínez, el único que sigue funcionando en todo Guantánamo. Los rieles atraviesan el pueblo y a cada rato pasa la locomotora que carga la caña recién cortada y su sirena hace temblar los techos.
 

Lo más impresionante de Argeo Martínez es que su central siga moliendo. Foto: Jorg Ricardo
 
Cuando yo llegué al pueblo lo primero que hice fue ir al central y conocer al fogonero, el que limpia las calderas que lo mantienen moliendo. Vi cómo bajan la caña de la locomotora, y cómo sube y vuelve a bajar y se tritura y se convierte en líquidos y en cachaza. Dentro del central hay un ruido hermoso y un olor que endulza las palabras.

 

La caña llega de todas partes, el Argeo Martínez es el único central activo de Guantánamo. Foto: Jorg Ricardo


El fogonero recorre todos los días 11 kilómetros desde Guantánamo para limpiar las calderas del Central. Foto: Jorg Ricardo


Es un pueblo de caña, de esos que viven todavía al amparo de la gran chimenea. Dicen que a pesar de los millones del central hay gente triste y pobre en Argeo Martínez. Algunos para alegrarse escuchan reguetón en el parque y mascan chicles mientras las mujeres jóvenes menean las nalgas enfundadas en coloridas licras. Algunos toman ron a todas horas. Otros más ilusionados pertenecen al Proyecto Socio-Cultural Jagüey-La Esperanza, que revive las danzas tradicionales afrocubanas y ofrece a los pobladores la belleza y la fe renovada a través de sus cantos, sus tambores y sus trajes representativos del panteón yoruba. Y hay algunos que siguen tras los cruzados y llegan hasta Boquerón, Guaso, La Deseada, Alto del Mango, La Tagua y Los Tubos, persiguiendo el teatro.

 

Toda la vida del pueblo gira en torno al central y sus rieles. Foto: Jorg Ricardo



Desde que se descarga la caña, se empieza a sentir el olor a melaza. Foto: Jorg Ricardo



En un pueblo de campo la gente se aburre. Se aburren del tren que pasa con la caña, del hollín en sus caras, del reguetón, de los chicles que te revenden al doble del precio de ciudad. Y no se aburren del ron porque le inventan nombres aunque siempre sea el mismo. Kinikini, Huesoetigre, Mimba, Alcoholite, y sigue la lista. Alguna gente toma hasta alcohol de 90 y dicen que si le echas una tuza de maíz a la botella te sabe lo mismo que un whisky. Y si quieres que se parezca a un tequila tienes que cortarlo con heces de niño que solo se alimente con leche materna. Y por ahí andan las puérperas vendiéndoles a los borrachos del pueblo el preciado ingrediente.

 

Lejos del pueblo cambia el paisaje, pero en el valle siempre se alza la chimenea. Foto: Jorg Ricardo

Para mí fue una aventura llegar a Argeo Martínez, un pueblo en tres tiempos: el del central, el del parque del medio y el del camino paralelo a las líneas que descubrí cuando salí huyendo del aburrimiento de los otros. En el camino hay una calma preciosa y solo a lo lejos se escuchan los ruidos del reguetón. Descubrí pájaros haciendo nidos, y una mata de algodón y frutos extraños y bichos increíbles que solo en Animal Planet había visto antes. Y vi casitas entre la maleza y caballos y gallinas pintas, y pantanos y vacas y silencio cruzado por la voz de la locomotora.


Pepinillo salvaje encontrado en las cercanías mientras perseguíamos un chivo. Foto: Jorg Ricardo






Humo de caña sobre cielo azul, la maravilla de Argeo Martínez!!!! Foto: Jorg Ricardo

 

Más fotografías en: https://www.facebook.com/pg/jorgricardofoto/photos/?tab=album&album_id=1350761435026389
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