El lugar más especial
de Manuel Tames es un valle, donde hay caserones de madera antiguos y casitas
iguales una al lado de la otra. También hay un parque y una Casa de Cultura y
viviendas dispersas por el monte. Sobre los techos se eleva la chimenea del
central Argeo Martínez, el único que sigue funcionando en todo Guantánamo. Los
rieles atraviesan el pueblo y a cada rato pasa la locomotora que carga la caña
recién cortada y su sirena hace temblar los techos.
Cuando yo llegué al
pueblo lo primero que hice fue ir al central y conocer al fogonero, el que
limpia las calderas que lo mantienen moliendo. Vi cómo bajan la caña de la
locomotora, y cómo sube y vuelve a bajar y se tritura y se convierte en
líquidos y en cachaza. Dentro del central hay un ruido hermoso y un olor que
endulza las palabras.
La caña llega de todas partes, el Argeo Martínez es el único
central activo de Guantánamo. Foto: Jorg Ricardo
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El fogonero recorre todos los días 11 kilómetros desde
Guantánamo para limpiar las calderas del Central. Foto: Jorg Ricardo
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Es un pueblo de caña,
de esos que viven todavía al amparo de la gran chimenea. Dicen que a pesar de
los millones del central hay gente triste y pobre en Argeo Martínez. Algunos
para alegrarse escuchan reguetón en el parque y mascan chicles mientras las
mujeres jóvenes menean las nalgas enfundadas en coloridas licras. Algunos toman
ron a todas horas. Otros más ilusionados pertenecen al Proyecto Socio-Cultural
Jagüey-La Esperanza, que revive las danzas tradicionales afrocubanas y ofrece a
los pobladores la belleza y la fe renovada a través de sus cantos, sus tambores
y sus trajes representativos del panteón yoruba. Y hay algunos que siguen tras
los cruzados y llegan hasta Boquerón, Guaso, La Deseada, Alto del Mango, La
Tagua y Los Tubos, persiguiendo el teatro.
Desde que se descarga la caña, se empieza a sentir el olor a
melaza. Foto: Jorg Ricardo
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En un pueblo de campo
la gente se aburre. Se aburren del tren que pasa con la caña, del hollín en sus
caras, del reguetón, de los chicles que te revenden al doble del precio de
ciudad. Y no se aburren del ron porque le inventan nombres aunque siempre sea el
mismo. Kinikini, Huesoetigre, Mimba, Alcoholite, y sigue la lista. Alguna gente
toma hasta alcohol de 90 y dicen que si le echas una tuza de maíz a la botella
te sabe lo mismo que un whisky. Y si quieres que se parezca a un tequila tienes
que cortarlo con heces de niño que solo se alimente con leche materna. Y por
ahí andan las puérperas vendiéndoles a los borrachos del pueblo el preciado
ingrediente.
Lejos del pueblo cambia el paisaje, pero en el valle siempre
se alza la chimenea. Foto: Jorg Ricardo
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Para mí fue una
aventura llegar a Argeo Martínez, un pueblo en tres tiempos: el del central, el
del parque del medio y el del camino paralelo a las líneas que descubrí cuando
salí huyendo del aburrimiento de los otros. En el camino hay una calma preciosa
y solo a lo lejos se escuchan los ruidos del reguetón. Descubrí pájaros
haciendo nidos, y una mata de algodón y frutos extraños y bichos increíbles que
solo en Animal Planet había visto antes. Y vi casitas entre la maleza y
caballos y gallinas pintas, y pantanos y vacas y silencio cruzado por la voz de
la locomotora.
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Más fotografías en: https://www.facebook.com/pg/jorgricardofoto/photos/?tab=album&album_id=1350761435026389
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