miércoles, 23 de enero de 2019

Santa de Yumurí




Yumurí es, históricamente, uno de los sitios preferidos de la Cruzada, porque tiene miles de cosas que lo hacen especial.
Está el hermoso cañón y los botes en los que atraviesas el río. Como los cruzados somos gente muy querida allí, no nos cobran el viaje y los boteros, para ganar algo con nosotros, nos inventan una pila de historias locas. Uno me dijo que el cañón lo habían empezado a hacer los indios con dinamita francesa y que desde aquel tiempo todavía quedaban pirañas en el río, pero que después de Matthew se habían vuelto vegetarianas por la baja del turismo. 

Cada año la Cruzada Teatral se detiene en Yumurí, un lugar muy hermoso, donde los tres días no alcanzan para disfrutarlo. Foto: Jorg Ricardo


 Está el puente de 5 o 6 metros de altura que divide el río del mar y enlaza el municipio Maisí con Baracoa. De ese puente se tiran los chiquillos desde que tienen 5 o 6 años y tienen que caer al agua entre las dos columnas del medio para no matarse.
Está el tetí, una especie de alevín que los pescadores del lugar sacan del mar en redes muy finas como mosquiteros y luego le echan condimentos y lo venden con pan a 5 pesos. ¡Qué delicia! Y sabe aún más rico cuando te dicen que solo en Baracoa se puede ver el extraño alevín. 
Bajo el puente que divide los municipios Maisí y Baracoa, se juntan el río y el mar. Foto: Jorg Ricardo


  
                                                                                                                                              

Está el mar que se mezcla con el río y están las piedras y los macaos gigantes y las toninas que a veces llegan a la orilla y las olas y los abanicos de mar y la gente que vive del mar.
Está la gente, lo más especial de Boca de Yumurí. Allí algunos son pescadores; otros, artesanos; otros, maestros. Algunos son boteros; algunos viven del asedio al turismo; otros, de las apuestas en la valla de gallos, de la que se cae, del pan con tetí, de la cría de animales, del invento, como en todas partes. Pero lo cierto es que la gente de allí es maravillosa. Ellos brindan sus casas para que los teatristas duerman los tres días que nos quedamos en Yumurí. 

Solo alguien con mucha paciencia puede dedicarse a pescar. Foto: Jorg Ricardo

Yo duermo en casa de Santa. Del lado de allá del puente, en la parte de Maisí. Es una casita que está casi a la orilla del mar. Santa vive con sus hijos y su nieto Brauleidis, mezcla de su madre Ormileidis y su padre Braunier. Cuando Santa era jovencita y estaba embarazada, su marido, que era pescador, un día llegó a la casa con los ojos iluminados y le dijo: “El mar me trajo el nombre de mi hijo”. Y le entregó a la joven Santa un pomo azul de champú marca Braunier.

La casa de Santa, nuestra mejor amiga en Yumurí, está a la orilla del mar. Foto: Jorg Ricardo










 




                                                                                                                                            

Santa es cocinera en un restaurante y tiene dos hijos gemelos que estudian para ser maestros de primaria: Glaimys y Glauver, cuyos nombres quizá también llegaron del mar en algún exótico producto de belleza. Santa tiene un pelo negro muy largo y unas manos muy suaves con las que hace un delicioso congrí de frijol gandul. Su casa es de madera y en las noches entran por las rendijas el viento y las luces de los carros que cruzan el puente. A veces me despiertan las olas chocando contra las piedras del patio.

 
El cañón de Yumurí es de los sitios más impactantes de la geografía cubana. Foto: Jorg Ricardo
El excusado, entre la casa y el mar, es también de madera y parece que se hunde, pero no se hunde. Allí duermen el perro y las gallinas y los pollos y los cangrejos y cuando te vas a bañar tienes que sacarlos a todos de uno en fondo. Como en todas las casas se tiende la ropa en el patio, pero el patio de Santa es el mar, ella me enseñó a extender la ropa sobre las piedras de la playa y así no se le hacen marcas de palillos y se seca en un dos por tres.
Cada año la casa de Santa está diferente, porque los ciclones que pasan por allí arrasan con todo lo que está cerca del mar. Pero ella y sus hijos vuelven a levantar las tablas en el mismo lugar, una y otra vez. Y la casa se parece a la de antes porque está en el mismo sitio, pero ya no es la misma casa, ni es la misma Santa luego de la furia del mar. Ahora dicen que van a hacerles las casas más para allá, más pegado a Punta Silencio, pero que será un caserío, y la gente no quiere irse, porque quiere seguir criando animales y tener espacio y al mar en su patio. 

Santa y su familia se despiden de nosotros hasta el 2019 que regresemos a Yumurí. Foto: Jorg Ricardo

 Yo no quiero que Santa se vaya al caserío. Quiero que el mar sea dulce para ella y que no arrastre sus vestidos a las profundidades. Quiero que su nieto Brauleidis siga teniendo una gallina como mascota y que brinque descalzo sobre las piedras de la playa mientras ayuda a su abuela a recoger la ropa limpia.


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https://www.facebook.com/pg/jorgricardofoto/photos/?tab=album&album_id=1502508623185002 
Más historias de la Cruzada Teatral en entradas anteriores de Cambio de Rueda!!!!