Antes se quedaban en
el secadero y allí armaban el campamento, a la orilla del Toa. Pero con las
crecidas del río y el frío de las noches, los cruzados empezaron a quedarse en
las casas de la gente. Lo simpático es que en Vega del Toro solo hay tres casas
y una escuela y un camino solitario y un puente a lo lejos, y sonidos del monte
y luces de fuegos fatuos y cocuyos que bajan de noche la montaña.
En Vega del Toro el Toa se ve hermoso y apacible. Foto: Jorg Ricardo |
En la casa del medio
vive Juanito desde hace un montón de años. Allí pasó la Tormenta del Siglo, y las
más grandes crecidas del Toa, que entraba como perro por su casa. Juanito vive
con su hija, su yerno y su nieto de pocos meses y muchas risas. Y en su casa
siempre se queda Ury, el cruzado más leal; y como Ury es mi amigo yo me hice
amiga de Juanito y también dormí en su sala los tres días que estuvimos allí.
En la sala armamos dos tiendas de campaña y no tuvimos que apartar los muebles,
porque casi no tenían muebles. Había un televisor que nunca vi encendido, un
estante con cositas de adorno y, a un costado, unos artefactos rarísimos que,
luego supe, eran parte de los paneles solares.
Desde el frente de la casa de Juanito, se divisa completamente la comunidad de Vega del Toro, en Yateras, con sus tres casas y su escuela. Foto: Jorg Ricardo |
Cuando íbamos a
entrar a Vega del Toro, sabíamos que no tendríamos comunicación con el resto
del mundo en cuatro días porque allí no hay cobertura, ni teléfonos, ni corriente
eléctrica, ni antena wifi, ni ningún otro rasgo de nuevas tecnologías, salvo
los paneles solares, cuyas energías no son suficientes para un refrigerador, ni
una lavadora, ni una batidora, ni un televisor encendido demasiado tiempo. Solo
una luz en el cuarto del niño pequeño y otra en la cocina, que alumbra el piso
de tierra por si algún bicho entra por debajo de la puerta del patio.
Juanito vive feliz en
Vega del Toro, un lugar medio oscuro y medio solo. Tiene una instalación de
agua corriente en toda la casa: fregadero, lavamanos y ducha. El agua es fría y
limpia porque viene directamente de un manantial. Tiene animales y un
sembradito de café en casa de su hermano. El café de Juanito es el más rico de
todo Guantánamo, porque él mismo lo tuesta, lo pila, lo cuela y lo echa en una
botella. Y te sirve el vaso lleno, como si fuera refresco.
El perro malamañoso de Juanito custodia a la puerca Lunares, que casi está al parir. Foto: Jorg Ricardo |
Juanito tiene unos
perros malamañosos que a veces se roban la carne cruda de la mesa y una puerca
preñada que se llama Lunares. Él me explicó cómo se crían y se ceban los
puercos con líquido y con borra de café. A la puerca Lunares le prepara un
sancocho y le echa mucha agua, el líquido se queda arriba y el sólido abajo.
Entonces él engaña a la puerca y le da solo la salfasia y cuando ella está jipatiá,
entonces le echa el sólido. “¡Así se ceba un puerco!”, dice con orgullo
Juanito, que no se separó de Lunares en los cuatro días porque como estaba al
parir no quería que se le escapara al monte a parir sola. Pero cuando nos
fuimos a ir de Vega del Toro, Juanito se despidió de nosotros y el abrazo que
me dio fue tan largo, que ahí mismo aprovechó Lunares para escaparse a parir al
monte.
El patio de la casa de Juanito y la casita de la puerca Lunares, que no se dejó fotografiar. Foto: Jorg Ricardo |
Yo no sé si a estas
alturas la puerca Lunares habrá aparecido ni si los perros jíbaros le habrán
dejado algún puerquito vivo. Supongo que todo el líquido y la borra de café que
le dio Juanito la hayan ayudado a resistir y a salvar a sus crías. Espero que
haya regresado a casa con una retahíla de puerquitos que serán cebados con
líquido.
La recién
crecida familia de Juanito nos espera el año que viene y nosotros esperamos
regresar con esta foto impresa. Foto: Jorg Ricardo |
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