Desde muy lejos se ve
el faro. Llegar a la punta de la Isla es relevante para todos los cruzados.
Algunos viven enamorados del lugar, como Ury, pero otros no soportan el calor
sofocante, el sol más fuerte que en cualquier otro sitio de la Cruzada, el
polvo, la densidad del aire y los amaneceres nublados. En lo único que los
cruzados coinciden es en el amor a Roselia, que se brinda para cocinarnos en su
casa año tras año. Su comida es de las más ricas de toda la Cruzada y ella pasa
varios meses comprando ingredientes especiales para cuando lleguemos. Y nos
hace dulce de leche, jugo de naranja, natilla de chocolate con leche de vaca,
pan dulce, congrí de frijol caballero y yuca con mojo.
Maisí es un lugar denso por sus fuertes energías y el polvo,
pero extrañamente hermoso. Foto: Jorg Ricardo
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La Punta de Maisí es de
mis lugares favoritos, aunque estar allí me agota, me consume el aliento,
porque, a pesar de la comida de Roselia, es cierto que es un sitio extraño, con
energías densas, fuertes, calientes.
Aunque solo nos
quedamos un día, las horas allí se dilatan y tenemos tiempo para hacer muchas
cosas emocionantes. Después de la función de la mañana, en la escuela, algunos
descansan en sus casas de campaña y otros nos vamos de excursión.
La luz en Maisí es difusa y dura al mismo tiempo, por eso los niños miran con los ojos entrecerrados. Foto: Jorg Ricardo |
Lo primero que siempre
hago es atravesar el pueblo con su nube de polvo que me envuelve. Luego voy a
la panadería donde venden los mejores campranes de Guantánamo, solamente
comparados con los de Puriales. Son unos trancabuches de harina de pan que en
Bayamo les dicen pránganas; en Santiago, cuerúas; y en Occidente, queques. Con
la jaba de campranes camino directo al mar y por la orilla de la playa voy
recogiendo piedras, caracoles, palos, abanicos de mar y otros objetos extraños
que se juntan en la jaba con los campranes que también parecen piedras por lo
duros que son.
Maisí es una de las zonas de recalo más importantes del
país. Foto: Jorg Ricardo
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En Punta de Maisí el
mar trae cosas raras. Si caminas por la orilla de la playa verás miles de
zapatos de muchos tamaños y colores. Yo siempre he creído que son los zapatos
de la gente que muere en el mar, zapatos que sobreviven a sus dueños y recalan
en la orilla junto con pomos plásticos y envases que flotan. También imagino
que es una suerte de ritual de los marineros que consiste en tirar los zapatos
al agua cuando comienzan la travesía. Pero alguien más objetivo que yo me ha
dicho que esos zapatos son basura de los cruceros, basura que llega a la Punta
de Maisí para inspirarles historias a los que pasean por la orilla con jabas de
piedras y campranes.
Maisí con su faro y su pueblo polvoroso es un lugar muy interesante, con un gran mar al que todos los días llegan nuevas sorpresas. Foto: Jorg Ricardo |
También del mar llegan
televisores, refrigeradores, neveras y otros artículos en sus cajas flotantes
de poliespuma. La gente de allí siempre está pendiente a lo que trae el mar.
Dicen que hasta se han encontrado maletas con dinero y con droga. Y que hay
algunos presos porque no las han entregado y otros vueltos locos porque sí.
Dicen que unos de por allá por Patana se encontraron aquí una paca de cocaína y
como no sabían qué era eso pintaron las paredes de su casa y la policía no los
pudo meter presos. Y son famosos porque les dicen los de la Casa Blanca.
Ninguna tumba, sencilla o fastuosa, puede escapar al efecto
devastador del salitre. Foto: Jorg Ricardo
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Muy cerca del mar hay
dos cementerios. Uno común, con sus tumbas, con sus lápidas y sus pequeños
templos de mampostería cubiertos con lozas. Y también está, a pocos metros del
mar, el cementerio haitiano, con cruces de hierro enterradas en la arena.
Cuando pasa algún ciclón, el mar arranca las cubiertas de algunas tumbas y se
esparcen los huesos por el pueblo. Y algunos se han encontrado fémures y
cráneos entre las flores del jardín. Hay huesos que los arrastra el mar y se
quedan allí en el fondo, para luego subir y recalar en alguna orilla junto con
zapatos y pacas.
Los rituales funerarios de los haitianos y sus
descendientes siguen vigentes en la Punta de Maisí. Foto: Jorg Ricardo
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Siempre me baño en la
playa más pegada al faro, donde hay oleaje y guardafronteras cuidando a los
pescadores de la cárcel y la locura. Es una playa solitaria, en un lugar
solitario, medio desértico. Y por eso no es un baño recreativo, es un baño
ritual, una comunión con el mar y con toda la vida y la muerte que arrastra.
Si no se viera la orilla de la playa, se parece más al mar
abierto. Foto: Jorg Ricardo
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Subir el faro de la
Punta de Maisí es el momento climático de la excursión y una deferencia
especial con los cruzados. Allá arriba tienes que aguantarte porque el viento
te tumba. Se ve el mar inmenso y terrible. Se ven las cuatro terrazas marinas y
los paisajes de Patana Abajo y Patana Arriba. Se ven los lugares por donde
pasé, ahora detenidos en un instante. Se ven los barcos que tiran zapatos al
mar y el cielo azul que los cobija.
El faro, solitario en las alturas, marca el punto más
oriental de la Isla. Foto: Jorg Ricardo
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Punta de Maisí es un pueblo de mar. Y nada puede competir con su espuma y su música. Dicen los cruzados que una vez debían dar una función y les habían advertido que los domingos en la noche no se podía hacer el espectáculo. Pero ellos no les hicieron caso y pusieron “Leyenda, Guajiradas o La muerte juega al escondido” a la hora prohibida. A mitad del espectáculo hubo un extraño apagón que duró solo unos minutos y cuando llegó la luz el público se había ido. Estaban todos a la orilla del mar y gritaban eufóricos: “¡El Dominguero! ¡El Dominguero!”. Se trata de un crucero que todos los domingos llega a la Base Naval de Guantánamo y pasa muy cerquita de la orilla deslumbrando a la gente con sus luces y su música. Un espectáculo fascinante con el que no puede rivalizar el teatro.
Ya Emilito, el director
de la Cruzada, sacó la cuenta del próximo 20 de febrero que caerá domingo en La
Punta de Maisí. En el año 2022 los cruzados adelantarán la función, para ir con
la gente de mar a saludar a El Dominguero.
Arriba todos se hacen fotos, otros solo echan una ojeada y
bajan, y los menos se quedan un rato a respirar o pensar. Foto: Jorg Ricardo
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Más fotografías en: https://www.facebook.com/pg/jorgricardofoto
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