domingo, 21 de octubre de 2018

La Punta de Maisí



Desde muy lejos se ve el faro. Llegar a la punta de la Isla es relevante para todos los cruzados. Algunos viven enamorados del lugar, como Ury, pero otros no soportan el calor sofocante, el sol más fuerte que en cualquier otro sitio de la Cruzada, el polvo, la densidad del aire y los amaneceres nublados. En lo único que los cruzados coinciden es en el amor a Roselia, que se brinda para cocinarnos en su casa año tras año. Su comida es de las más ricas de toda la Cruzada y ella pasa varios meses comprando ingredientes especiales para cuando lleguemos. Y nos hace dulce de leche, jugo de naranja, natilla de chocolate con leche de vaca, pan dulce, congrí de frijol caballero y yuca con mojo.


Maisí es un lugar denso por sus fuertes energías y el polvo, pero extrañamente hermoso. Foto: Jorg Ricardo


La Punta de Maisí es de mis lugares favoritos, aunque estar allí me agota, me consume el aliento, porque, a pesar de la comida de Roselia, es cierto que es un sitio extraño, con energías densas, fuertes, calientes.
Aunque solo nos quedamos un día, las horas allí se dilatan y tenemos tiempo para hacer muchas cosas emocionantes. Después de la función de la mañana, en la escuela, algunos descansan en sus casas de campaña y otros nos vamos de excursión.

La luz en Maisí es difusa y dura al mismo tiempo, por eso los niños miran con los ojos entrecerrados. Foto: Jorg Ricardo


Lo primero que siempre hago es atravesar el pueblo con su nube de polvo que me envuelve. Luego voy a la panadería donde venden los mejores campranes de Guantánamo, solamente comparados con los de Puriales. Son unos trancabuches de harina de pan que en Bayamo les dicen pránganas; en Santiago, cuerúas; y en Occidente, queques. Con la jaba de campranes camino directo al mar y por la orilla de la playa voy recogiendo piedras, caracoles, palos, abanicos de mar y otros objetos extraños que se juntan en la jaba con los campranes que también parecen piedras por lo duros que son.


Maisí es una de las zonas de recalo más importantes del país. Foto: Jorg Ricardo


En Punta de Maisí el mar trae cosas raras. Si caminas por la orilla de la playa verás miles de zapatos de muchos tamaños y colores. Yo siempre he creído que son los zapatos de la gente que muere en el mar, zapatos que sobreviven a sus dueños y recalan en la orilla junto con pomos plásticos y envases que flotan. También imagino que es una suerte de ritual de los marineros que consiste en tirar los zapatos al agua cuando comienzan la travesía. Pero alguien más objetivo que yo me ha dicho que esos zapatos son basura de los cruceros, basura que llega a la Punta de Maisí para inspirarles historias a los que pasean por la orilla con jabas de piedras y campranes.

Maisí con su faro y su pueblo polvoroso es un lugar muy interesante, con un gran mar al que todos los días llegan nuevas sorpresas. Foto: Jorg Ricardo


También del mar llegan televisores, refrigeradores, neveras y otros artículos en sus cajas flotantes de poliespuma. La gente de allí siempre está pendiente a lo que trae el mar. Dicen que hasta se han encontrado maletas con dinero y con droga. Y que hay algunos presos porque no las han entregado y otros vueltos locos porque sí. Dicen que unos de por allá por Patana se encontraron aquí una paca de cocaína y como no sabían qué era eso pintaron las paredes de su casa y la policía no los pudo meter presos. Y son famosos porque les dicen los de la Casa Blanca. 


Ninguna tumba, sencilla o fastuosa, puede escapar al efecto devastador del salitre. Foto: Jorg Ricardo


Muy cerca del mar hay dos cementerios. Uno común, con sus tumbas, con sus lápidas y sus pequeños templos de mampostería cubiertos con lozas. Y también está, a pocos metros del mar, el cementerio haitiano, con cruces de hierro enterradas en la arena. Cuando pasa algún ciclón, el mar arranca las cubiertas de algunas tumbas y se esparcen los huesos por el pueblo. Y algunos se han encontrado fémures y cráneos entre las flores del jardín. Hay huesos que los arrastra el mar y se quedan allí en el fondo, para luego subir y recalar en alguna orilla junto con zapatos y pacas.


Los rituales funerarios de los haitianos y sus descendientes siguen vigentes en la Punta de Maisí. Foto: Jorg Ricardo


Siempre me baño en la playa más pegada al faro, donde hay oleaje y guardafronteras cuidando a los pescadores de la cárcel y la locura. Es una playa solitaria, en un lugar solitario, medio desértico. Y por eso no es un baño recreativo, es un baño ritual, una comunión con el mar y con toda la vida y la muerte que arrastra. 


Si no se viera la orilla de la playa, se parece más al mar abierto. Foto: Jorg Ricardo


Subir el faro de la Punta de Maisí es el momento climático de la excursión y una deferencia especial con los cruzados. Allá arriba tienes que aguantarte porque el viento te tumba. Se ve el mar inmenso y terrible. Se ven las cuatro terrazas marinas y los paisajes de Patana Abajo y Patana Arriba. Se ven los lugares por donde pasé, ahora detenidos en un instante. Se ven los barcos que tiran zapatos al mar y el cielo azul que los cobija. 

El faro, solitario en las alturas, marca el punto más oriental de la Isla. Foto: Jorg Ricardo


Punta de Maisí es un pueblo de mar. Y nada puede competir con su espuma y su música. Dicen los cruzados que una vez debían dar una función y les habían advertido que los domingos en la noche no se podía hacer el espectáculo. Pero ellos no les hicieron caso y pusieron “Leyenda, Guajiradas o La muerte juega al escondido” a la hora prohibida. A mitad del espectáculo hubo un extraño apagón que duró solo unos minutos y cuando llegó la luz el público se había ido. Estaban todos a la orilla del mar y gritaban eufóricos: “¡El Dominguero! ¡El Dominguero!”. Se trata de un crucero que todos los domingos llega a la Base Naval de Guantánamo y pasa muy cerquita de la orilla deslumbrando a la gente con sus luces y su música. Un espectáculo fascinante con el que no puede rivalizar el teatro.


Ya Emilito, el director de la Cruzada, sacó la cuenta del próximo 20 de febrero que caerá domingo en La Punta de Maisí. En el año 2022 los cruzados adelantarán la función, para ir con la gente de mar a saludar a El Dominguero.

Arriba todos se hacen fotos, otros solo echan una ojeada y bajan, y los menos se quedan un rato a respirar o pensar. Foto: Jorg Ricardo


Más fotografías en: https://www.facebook.com/pg/jorgricardofoto
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