Foto: Jorg Ricardo |
Este año hice un viaje por Guantánamo junto a
teatristas de diferentes partes de Cuba y de otros países. En ese viaje maravilloso
de 40 días me acompañó Jorge Ricardo con su cámara. Entre los dos registramos
gran parte de la experiencia para hacer un documental sobre los artistas y los
públicos de la Cruzada Teatral Guantánamo-Baracoa. Estas son nuestras impresiones
sobre el paisaje y la gente que conocimos entre el mar y la montaña.
Niña obnubilada por los títeres, en Paso de Cuba, Baracoa.
Foto: Jorg Ricardo
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Subiendo y bajando lomas...
En la cabecera de mi cama tengo cientos de piedras. Muchas son de los
sitios por donde pasa la Cruzada Teatral Guantánamo-Baracoa. Tenerlas cerca es
convertir las historias en materia y hacerlas inmunes al tiempo, a los olvidos.
Ahora las he puesto sobre la mesa para intentar reconstruir, desde la palabra,
las historias que viven en sus olores, sus texturas, sus colores y sus formas.
Este relato parte de la verdad que se construye entre la materia y la memoria,
entre las fabulaciones de pescadores, campesinos, y el peso real de las piedras
sobre mi espalda. Una verdad comprobable, solamente, en la experiencia de vivir
con la gente de la montaña.
Entre las cosas más hermosas que he hecho en la vida está haber
participado en la Cruzada, el más importante proyecto teatral de acción
comunitaria en Cuba. El 28 de enero de 2018 salí desde el parque Martí de la
ciudad del Guaso a las serranías de los municipios montañosos. Haría el mismo
recorrido que, desde hace 28 años y durante 34 días, hacen los artistas para
llevar el teatro a las comunidades de difícil acceso.
Markito en el Parque Martí, echándola antes de salir pa la
loma.
Foto: Jorg Ricardo
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Desde Punta Silencio en Yumurí, se ve el Yunque aunque no lo
parezca.
Foto: Jorg Ricardo
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Cada año, participan diferentes grupos de Cuba y el extranjero. Los colectivos guantanameros que lideran la Cruzada son Guiñol de Guantánamo, Teatro Ríos y La Barca. De otras provincias se suman muchos y pueden estar una o dos semanas, en dependencia del tiempo que les resten a sus vidas en la ciudad.
El evento, apoyado por las instituciones territoriales, se desarrolla en
la provincia más montañosa del país, pues solo el 23% de su territorio es
llano. Cada año los cruzados viajan por una Cuba profunda, haciendo teatro y
descubriendo las maravillas naturales de Manuel Tames, Imías, Yateras, San
Antonio del Sur, Maisí y Baracoa.
Me contaron los fundadores que la idea se le ocurrió al difunto Carlos
Alberto en medio de un entrenamiento en Teatro Esopo. Los otros actores del
grupo se enamoraron de la aventura y salieron por primera vez el 28 de enero de
1991, en homenaje al nacimiento de José Martí. En poco tiempo, aún en pleno
Período Especial y condiciones muy precarias, la Cruzada se convirtió en una
tradición que, hasta hoy, mantiene viva la pasión por el teatro en la montaña.
Cruzados sobre el camión, listos pa la función!!!!
Foto:
Jorg Ricardo
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El camión de Robertico, nuestro mejor chofer.
Foto: Jorg
Ricardo
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En los primeros años se viajaba a pie y los artistas tenían que caminar
hasta cuatro horas para llegar a los lugares donde harían la función. La comida
la trasladaban en un arria de mulos que, a veces, tardaba más tiempo en llegar
que los cruzados. Y de ahí sale el famoso cuento de los actores que terminaron
la función y pasaron horas y horas esperando la comida, muertos de hambre, en
medio del monte. Entonces llegó un campesino que los había visto actuar y les
ofreció lo único que tenía: una lata de agua de coco. Y así esperaron felices e
hidratados por el mulo que traía los frijoles y el arroz.
Cuando uno sale hoy del Parque Martí, hay que pensar en los cruzados de
aquella época, esos que pernoctaban a la orilla de los ríos, dormían sobre
frazadas y, cuando el frío les apretaba, tenían que envolverse los pies en
periódicos y acostarse muy juntos para entrar en calor. Hay que pensar con
orgullo en los viejos cruzados que pasaban hambre y frío, pero al día siguiente
salían a actuar con amor y con bomba.
Afortunadamente, los avances en la logística, la coordinación y el apoyo
institucional hacen la travesía mucho menos difícil. Sin embargo, yo que la he
vivido intensamente creo que la idea del difunto Carlos Alberto aún sigue
siendo una locura.
Isabel y yo camino a la lavandería del río Sabanalamar.
Foto:
Jorg Ricardo
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Para mí, lo mejor de la Cruzada es, al mismo tiempo, lo más duro: su
carácter itinerante. Puede ser que estemos en un sitio muy húmedo, y al día
siguiente lleguemos a un semidesierto, porque la región donde más llueve en el
país está en Guantánamo, y también la de mayor sequía. En ocasiones solo nos
quedamos una noche en los lugares, otras, hasta tres días. A lo largo de la
Cruzada tenemos un día libre siempre en los mismos sitios: Vega del Toro, Playa
Imías y Boca de Yumurí.
Por lo general, las escuelas nos sirven de techo. Eventualmente, una
casa de cultura, un campamento de pioneros, una sala de video o la casa de los
pobladores. Cada uno de nosotros tiene su colchón y sobre él dormimos
plácidamente entre los mosquitos, el frío, las ranas, las cucarachas, el calor,
el polvo, la humedad, las arañas y cuanta cosa rara le dé por aparecer en
aquellos extraños lares. Nos bañamos en ríos, en las casas de los campesinos,
en baños de escuelas con agua helada, y cuando la cosa se complica demasiado
nos brincamos el baño del día.
Bajando de la serranía y entrando al semidesierto de San
Antonio del Sur.
Foto: Jorg Ricardo
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A algunos lugares, por las condiciones del terreno, hay que ir a pie, a
caballo, en mulo, en carreta de bueyes, en volanta o en tractor, pero ahora
tenemos un camión Kamaz blanco de último modelo que sube un árbol si le das
duro al acelerador. El camión distribuye en poco tiempo a los grupos por las
comunidades. Cada día salimos temprano en la mañana y se realizan alrededor de
seis o siete funciones simultáneas en diferentes poblados. El camión va
repartiendo a la gente y luego vuelve por ellos. En el mismo camión vamos a las
funciones nocturnas que se realizan en el lugar más poblado de la zona. Muchas
veces encontramos pobladores al borde del camino y los montamos con nosotros
hasta el lugar del espectáculo. Entonces ellos llegan emocionados porque han estado
muy cerca de los actores.
Los lugares, el clima y el público varían a diario. Lo mejor es que la
comida también es diferente, con una sazón distinta en cada lugar, pues son los
mismos pobladores los que cocinan para nosotros. En una guagua almacén cargamos
la comida cruda y se cocina en las escuelas o en la casa de la gente que espera
cada año la oportunidad de ser parte de la Cruzada.
Las niñas artistas de San Miguel, en Manuel Tames, nos dan
la bienvenida.
Foto: Jorg Ricardo
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Entre lo más emocionante está la reacción del público. Cuando los
cruzados llegan a las escuelas, ya es tradición recibir el regalo de los niños,
que cantan, bailan y presentan obras de teatro. Al terminar las funciones,
siempre hay una mesa cubana preparada con dulces caseros, café, refresco,
frutas y vegetales. En algunas hay hasta almohadillas sanitarias, hipoclorito,
metronidazol y otros medicamentos. La mayoría de las personas se disculpan por
la austeridad de la mesa y nos hacen los cuentos del ciclón Matthew, que para
nosotros ya está lejos, pero para ellos aún está muy presente.
Pioneros cargan a sus hermanos menores para ver la obra en
Los Ciguatos.
Foto: Jorg Ricardo
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Cuando nos dan lo poco que tienen y además lo hacen con un cariño
entrañable, yo entiendo porqué los actores siguen llegando hasta allí, sin
importarles las adversidades. Y entonces me afecta menos estar lejos de mi
familia por más de un mes y me importan menos los golpes y las picadas de
bichos y las malezas de barriga y los
refriados y la sensación de que mi vida está en peligro constante, por lo
agreste del paisaje y por el riesgo de los caminos. Es por la gente de la
montaña que entiendo cómo la idea loca de difunto Carlos Alberto puede seguir
enamorando.
Derroche de maestría y color en la obra ¡Ay, margarita! de Teatro Callejero Andante, de Bayamo. Foto: Jorg Ricardo |
El público de Puriales de Caujerí inundó las calles en la
gran noche de teatro.
Foto: Jorg Ricardo
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La promesa de los cruzados es regresar a la montaña con su público más fiel. Foto: Jorg Ricardo |
Más fotografías de "Subiendo y bajando lomas..." en:
https://www.facebook.com/pg/jorgricardofoto/photos/?tab=album&album_id=1331143413654858