En La Cruzada se disfruta todo,
incluso levantarse antes de que salga el sol para ir a dar funciones en las
escuelas. En Yateras desde esta loma, amanece Felicidad, un pueblo que se
parece a su nombre y subiendo se llega a un lugar increíble que nos enamoró
como pocos.
Por este camino llegaremos a casa de
Irma en Los Naranjos, una protectora de La Cruzada. Ella quizás no se imagine
que será nuestro más lindo descubrimiento del día y que aún hoy, sigue estando
muy cerca de nosotros.
Juan Carlos es el esposo de Irma,
pero en esta vida tiene otra pasión femenina y otro orgullo que su hermosa
yegua. Le encanta cepillarle las crines y pasarle la mano por el lomo para que
se sienta amada. Cuándo le preguntamos a Irma si era feliz, ella contestó: “Yo
soy feliz aquí en Los Naranjos, con mis animales, mi jardín, mi esposo y mi
yegua nueva.”
Foto: Jorg Ricardo |
Irma desde hace varios años no puede
ver la función de teatro. Mientras todos disfrutan de la obra ella está
cocinando para la gente La Cruzada. Este día nos hizo un delicioso congrí con
picadillo a la guantanamera. Se sentía bien el sabor de la leña y de los
condimentos naturales sembrados y cosechados por ella misma.
Foto: Jorg Ricardo |
La casa de Irma es lindísima, ella
tiene la sala en el portal. Allí coloca los adornos que a veces tira al suelo
de tierra el viento frío y misterioso de Los Naranjos. En las patas de los
muebles pone unas laticas para que no le llegue la humedad a la madera. Más que
un recurso utilitario es ya una estética de algunas casas de campo. Ellos
tienen una plantica eléctrica y les llega la corriente sólo al mediodía para
ver el noticiero y por la noche otro ratico. Dicen que tener planta es peor que
tener paneles solares, porque el horario es dirigido, no se sabe bien por
quién. ¡Irma nos dijo que tenía tremendas ganas de tomarse una limonada con
hielitos!
Foto: Jorg Ricardo |
Irma se ha puesto muy bonita para
recibir a La Cruzada hoy y se ha combinado con su nieta que actuó para los
cruzados con un lindo vestido rosa. Aunque
allá arriba en Los Naranjos hay bastante fango, las mujeres se arreglan y se
ponen sus más bellas galas para recibir al teatro que les llega de la ciudad.
Foto: Jorg Ricardo |
El clima en casa de Irma es delicioso
y hay olor a tierra húmeda y a yerba y a madera. Irma huele a muchacha libre
del campo, a muchacha por la que no pasan los años y espera con las mismas
ansias el regalo de “la luz” en la montaña.
Foto: Jorg Ricardo |
El jardín es un sitio maravilloso.
Ella ha hecho un caminito desde la sala de su casa hasta tres árboles grandes y
fuertes que parecen haber nacido de la misma raíz. Hay mucha magia y silencio
en ese jardí n y a veces algún duendecillo del monte pasa brincando las piedras
y, si es descubierto, desaparece al instante.
Foto: Jorg Ricardo |
La gente del campo no se ríe mucho
cuando uno llega así de pronto, todo curioso y con pinta rara. Pero cuando
llevas un tiempo ahí ya te miran con cariño, igualito que a la gallina favorita
de la casa. Tanto así que Irma nos prometió, para la próxima visita, asarnos un
puerco para que probáramos bien su sazón. Nos prometió volver a estar ahí,
fuerte, feliz y deseosa de ver su casa iluminada a todas horas. Nuestra promesa
es volver y ayudarla a cocinar para que pueda ver el teatro y después comemos
juntos con sabores mezclados entre el campo y la ciudad, entre Alamar, La
Habana, Guantánamo y Guatemala.
Más fotografías en: https://www.facebook.com/pg/jorgricardofoto/photos/?tab=album&album_id=1357565734345959
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